jueves, 23 de abril de 2009

La Madre Tierra

Nuestro Padre creador nos ama tanto, que escogió para nosotros la mejor de sus moradas. Un planeta perfecto, dotado con una biodiversidad sin iguales y con microclimas adecuados a la difusión de la vida: La Tierra.
Debemos pensar en la tierra como un macroorganismo vivo, donde cada uno de nosotros vive de su energía y compartimos nuestros átomos con ella. La relación de interdependencia entre nosotros y nuestra madre tierra es total. Somos parte de ella y ella depende tanto de nosotros, como nosotrosde ella. Ha visto nacer la vida en el planeta, nos ha visto evolucionar y ella también lo ha hecho con nosotros. Sin embargo, nosotros los humanos hemos comenzado a irrespetar a la Madre Tierra, la estamos dañando. Nuestra ignorante involución, nos está llevando a terminar con la vida de nuestros compañeros de viaje. Nos creemos superiores y mejores, sin saber en realidad, que hasta el más pequeño de los organismos invisibles al ojo humano, tiene una razón de existir y una misión que cumplir. Estamos socavando los recursos naturales y ella por autodefensa y por expresa voluntad de nuestro Padre está lista nuevamente para reaccionar. Depende de nosotros, que está reacción no sea catastrófica. Debemos cambiar, debemos crear conciencia. Debemos espetar los recursos que la madre tierra nos dona congenerosidad. Usa el agua con criterio, no malgastesla energía, no ensucies las calles ni los parques, no contamines, no a la tala y la quema indiscriminada. Respeta los animales que comparten contigo este bello planeta, recicla lo más que puedas, dile no al consumismo. Recuerda que llegaste a este planeta desnudo y desnudo lo dejarás, no acumules objetos, ni tampoco riquezas, se bondadoso y crea un ciclo de correcta repartición de las cosas.
Todavía estamos a tiempo de que nuestra adorada Madre Tierra no se destruya. Evolucionemos realmente, transformémonos en seres más espirituales y así veremos como ella también evolucionará, llevándonos a todos a realizar un salto hacia delante. Ayudándonos a llegar donde nuestro Padre creador quiere, a la Nueva Jerusalén, a un mundo mejor, que en realidad lo tenemos bajo nuestros pies y nuestra ceguedad y sordera nos impide reconocer.

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